lunes, 7 de junio de 2010

Perdona si te llamo amor


El fenómeno Moccia es sorprendente. Puede que aquí aún no nos demos cuenta pero la cosa empieza a tener unas dimensiones preocupantes porque sus libros ya pueblan estanterías en todas las librerías del país y si nos hemos librado del furor de sus adaptaciones cinematográficas (no dirigidas por él, algo positivo al menos) de Tre Metri Sopra il Cielo y de Ho Voglia di Te la cuestión es que al última, Scusa ma ti chiamo amore, tiene todas las papeletas de llegar próximamente a las pantallas por la acogida de la novela.

No quiero decir que Moccia sea insoportable. ¡Valgame Dios! De hecho creo que Tre Metri consiguió dar un nuevo impulso al cine juvenil de los últimos años sin el que filmes como Notte prima degli esami o incluso Manuale D’Amore no hubiesen sido posibles. El problema es que parece que esta imparable ascensión al olimpo literario y cinematográfico ha llegado a cotas insospechadas con publicación de libros como rosquillas y ahora con la dirección de la adaptación de una de sus novelas con él mismo como director.

Scusa MaTi Chiamo Amore tiene un problema literario, es decir, es como cuando te lees del tirón todos los libros de Isabel Allende, cansa. La historia es un mejunje de sus novelas más populares con sus carreras de coches, sus adolescentes estereotipados y eternos y sus historias románticas adictas al happy ending. La única novedad que introduce es intentar entrelazar el mundo de los adultos con el de los adolescentes con una historia que hace aguas por todas partes gracias a la elección poco meditada de Michela Quattrociocche como nínfula que atormenta a Alex un cuarentón en crisis que choca contra ella y acaba enamorado como un crío.

Si Alex es un personaje enternecedor y acertadísimo con un actor como Raoul Bova curtido en papeles varios y de características a veces bastante preocupantes (sobretodo en el periplo americano) su partenaire consigue cargarse cualquier química existente.

Moccia detrás de la cámara hace más o menos lo mismo que en los libros, se convierte en un pizpireta Bridget Jones copiando la estructura de las comedias inglesas de solterones sin pudor y concediéndose la licencia, incluso, de hacerse guiños a sí mismo (me remito al chico alicate gigante en mano en el puente Milvio cargándose el Luchetti). Parece que Federico cree fidedignamente en el amor juvenil y loco y que no está dispuesto a abandonar el terreno del cine a corto plazo. Muchos estarán encantados, otros no tanto.

domingo, 6 de junio de 2010

Street Dance 3D

Existe una realidad paralela a la nuestra, pero inmersa en su cotidianeidad. Una realidad bella, prístina, de cuerpos perfectos y vientres planos. Una realidad magra, sin colesterol, sin vicios. Y se ha apoderado de audiencia y prime time desde nuestra pequeña pantalla. Es la realidad que viven los protagonistas de “Street Dance 3D”, primera película de baile tridimensional de esta era cinematográfica capaz de cualquier cosa con tal de reventar taquillas. Al frente de la propuesta, Max Giwa y Dania Pasquini, que debutan con esta historia de superación personal inocente, candorosa, ficticia en su perfección, que recupera el halo de leyendas del subgénero de pimpollos bailarines con un toque de rebeldía tan naif como sincero en su falta de pretensiones. Tener tan claras las escasas exigencias del público al que te diriges es ventaja considerable.En el mundo en el que se desenvuelven los chavales protagonistas, la mayoría de ellos escudados bajo motes diminutivos, todo está cargado de energía positiva. Y no es de extrañar, si tu vida transcurre tan mansa y lacia que tu mayor preocupación es que el enrollado de tu jefe no te despida de tu trabajo de repartidor de sándwiches a domicilio, no vaya a ser que pierdas tu espaciosísimo apartamento y no puedas comprarte trapitos de colores que lucir con estudiada desgana en compañía de tu troupé de colegones, tan fashion como estudiadamente rebeldes y contestatarios ─ahí está como prueba ese alocado baile prohibido en el centro comercial, el culmen de la desobediencia anti sistema─. Nada en la película tiene sentido ─en su desarrollo, claro, no en un guión pueril hasta decir basta─, más allá de ser una excusa que hile una coreografía con otra, única razón de ser de un proyecto que encuentra en Charlotte Rampling el oxigenado asidero desde el que puede considerarse la cinta como una propuesta de ficción, y no como un edulcorado documental protagonizado por danzarines profesionales.Así las cosas, el aburrido, liviano, imposible de tomar en serio camino del equipo Breaking Point hacia la final del campeonato nacional de brincos orquestados con perfección milimétrica cuenta a su favor, más allá de la excelencia acróbata de los aleladísimos miembros del reparto coral, con una estimable sinceridad que rehúye rancias moralinas reaccionarias al estilo de los niñitos de HSM y derivados. Lo que quieren es bailar, y en eso coinciden con el palco al que se enfoca su trabajo. Nada importa el absurdo en el que desarrollan sus existencias ─en la ficción, por supuesto─, retándose metódicamente en gigantescos clubs en los que nadie consume, un ejemplo de filantropía por parte de los gerentes del ocio nocturno londinense sin parangón ni precedente; ni a nadie ha de ofender que la muchachada abuchee ruidosamente la magia del Cascanueces, al menos hasta que una remezcla lo convierta en lo más de lo más, dando rienda suelta a la fogosidad teen imperante. Sin hablar del montaje o el nivel interpretativo, todo ello difuminado y descuidado al son de los éxitos musicales del momento. Es lo que quieren, es lo que hay. Y mañana ya veremos.

sábado, 5 de junio de 2010

The last Song (La última canción)


The last song tiene lugar en una pequeña ciudad costera del sur de los Estados Unidos, donde un padre separado se dispone a pasar el verano con una reacia hija adolescente, que preferiría quedarse en casa en Nueva York. El padre trata de volver a conectar con su hija a través de lo único que tienen en común, la música. Es una historia de familia, amistad, secretos y perdón, y también de segundas oportunidades y primeros amores.

Decir que The Last Song es predecible tal vez sea quedarse corto. El público sabrá lo que le espera casi media hora antes de que los protagonistas lo atisben tan siquiera. No profundizaré mucho en ello, pero numerosos detalles hacen de la película una especie de versión infantil de un drama para "adultos". Es decir, con letra grande, ilustraciones en cada página y gestos exagerados.

Si The Last Song marca una idea "seria" de Miley Cyrus de cara al cine, más vale que no salga del mundo de la música. Por cierto, la química entre ella y el joven australiano Liam Hemsworth, surgirá cuando el director dice "corten", porque lo que es delante de las cámaras, nada de nada.

En definitiva, un producto para adolescentes muy poco exigentes que sólo estén pendientes del ligoteo de fiesta veraniega con el guapete de turno. Además de unas dosis de dramoncillo de tres al cuarto para pasar el rato. Si ya no tienes la pared de tu dormitorio forrada de posters de estrellas pop, más vale que escapes de la película.

viernes, 4 de junio de 2010

Dear John (Querido John)


Dirigida por Lasse Halström, basada en la novela del autor de best-sellers Nicholas Sparks, con guión de Jamie Linden, QUERIDO JOHN cuenta la historia de John Tyree ( Channing Tatum), un joven soldado de permiso y Savannah Curtis (Amanda Seyfried), una universitaria idealista que se enamoran durante sus vacaciones de primavera. A lo largo de los siguientes siete años, la pareja es separada por culpa de las, cada vez más frecuentes y peligrosas misiones de John en el ejército. Aunque sólo se puedan ver esporádicamente, mantienen el contacto a través de un flujo constante de correspondencia romántica que finalmente tendrá fatídicas consecuencias.